Ahora que los tiempos parecen estar hechos para confundirnos y que todo se compra, se vende o se cambia por un sucedáneo, se hace indispensable volver a las raíces.
Regresar a los orígenes de uno de los grandes movimientos sociales y altamente especializados de los últimos tiempos.
Ahora que a cualquiera que hace una fechoría por internet se le llama “hacker“. O que este arte/ciencia parece haberse pervertido a base de niñatos que “venden” en la Red su capacidad para dinamitar una contraseña de hotmail, o para pasarte unas cuantas numeraciones de tarjetas de crédito robadas… Se vuelve importante que recordemos qué es un Hacker, de dónde y cómo surgió no el término (que es lo de menos) sino la filosofía y el movimiento que hay detrás y, sobre todo, qué tenían en mente aquellos originarios pioneros de la informática y el cálculo que rompieron para siempre las reglas del juego establecidas por las grandes compañías como IBM, una recién nacida Microsoft o una pedante (aunque de orígenes igualmente piratestos) Apple.
Y para ello nada mejor que leer y releer a Richard Stallman, el padre del Software Libre y el Código Abierto. Su obra “Software libre para una sociedad libre” y que te puedes descargar, como no, libre, legal y gratuitamente, es mucho más que un manifiesto del Hacktivismo con mayúsculas. Es todo un compendio filosófico-técnico de por qué copiar código no sólo es legítimo sino que debería ser el modus operandi predominante entre autores, o por qué lo que verdaderamente debería ser considerado ilegal e ilegítimo es el software privativo y los derechos de autor o copyrights.
Pero, dejando a un lado consideraciones filosóficas que no tienen desperdicio sinceramente, hoy es un buen día para recordar algunos y enseñar a otros, el cómo y el por qué del Hacktivismo como movimiento de liberación mental, técnica y social.
Los Hackers nacieron en las más prestigiosas instituciones tecnológicas y científicas de la Era Digital (el Instituto Tecnológico de Massachusetts, como el propio Stallman, o Hewlett Packard, donde trabajaba por horas un jovencísimo Steve Wozniak hasta que otro Steve, Jobs, lo convenció para que se fuera con los de la manzana, la compañía que se estaba creando). Pero también encontramos el origen de los Hackers (los de verdad, los genios irreverentes que le hablaban a las maquinitas) en los sótanos de barrios o suburbios norteamericanos que, en los años 70, se fabricaban sus propios ordenadores, soldador en mano, y adaptaciones propias de un Basic recién pasado de mano en mano, para desgracia de un Bill Gates que veía cómo su criatura no se vendía entre aquellos irreverentes que lo copiaban inmisericordemente.
Para todos aquellos ingenieros sin título, e incluso sin formación universitaria, hablar con las máquinas era algo natural. Unos entendían el Álgebra de Boole de manera natural y el cálculo era una segunda piel para otros. Cada cual tenía su fuerte, pero todos compartían unos principios que, con el paso de dos décadas, se exportaron a todo el mundo con la posterior llegada de la globalización. A saber:
Sobre aquellos mimbres ideológicos se comenzó a copiar y a compartir libremente software, soluciones, productos de hardware (que originalmente siempre fue libre) y se intercambiaba conocimiento y experiencia para beneficio de todos.
Pero aquello se ha ido desvirtuando. Ahora un Hacker es sólo el que crea un malware que infecta equipos, daña sistemas o extrae dinero e información personal de internautas inocentes. Parece que ahora, si no creas una pieza de software dañina y viral, no eres nadie. Aunque a estos en el sector de la informática se los denomina crackers.
Otros abanderan su conocimiento “hacker” para vender a las empresas su experiencia en materia de seguridad, en una recién creada industria de hackers que cazan hackers… o hackers buenos versus hackers malos.
Y, claro, de ahí vienen los lodos que ahora tenemos: hobiernos como el de Corea o USA contratando a genios del software para espiar a otros países, instituciones e individuos; Chinos e Iraníes diciendo que Stuxnet ha sido creado por el Pentágono y los de Washington diciendo que ellos no saben nada del tema; Anonymous disparando contra todo lo que se mueve; La NSA escuchando todo lo que se dice o escribe, y los rusos diciendo que ellos pasaban por aquí pero que la minería fraudulenta de Bitcoins se les da muy bien por naturaleza (por aquello de que les gusta el Tetris y el Ajedrez…)
En definitiva, la locura de las locuras.
Nada que ver con la libertad de conocimiento, libertad de compartir, adaptar y reutilizar las soluciones que cualquiera cree o el saber de otros, para beneficio de todos. Nada que tenga similitud alguna con lo gratuito como sinónimo de lo abierto, o de la generosidad como base de la convivencia social… Nada… Ahora todo eso no es más que literatura filosófica para ingenuos.
Pero hubo un tiempo en que todo el que creaba algo digno, disfrutaba poniéndolo a disposición libre y gratuita del mayor número de personas posible. Que quienes descubrían algo, lo comunicaban para que todo el mundo lo supiera, sin esperar más a cambio que la satisfacción de ser un pionero en el conocimiento. Un tiempo en que las personas le hablaban a las maquinitas y éstas, les respondían de manera maravillosa.
Un tiempo en que aquellos que ni siquiera sabían qué significaba la palabra “Hacker” porque no se había creado aún, soñaban que la tecnología podía, realmente, ayudarnos a todos en igualdad a conseguir un mundo mejor y una sociedad más justa.
Hoy, si no tumbas una URL con un ataque de fuerza bruta… no eres nadie.
En fin…
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