Hoy vamos a dedicar un post a uno de esos conceptos que tan a menudo leemos del que escuchamos hablar por encima, desconociendo los elementos que entran en juego hoy en día cuando de la puesta en marcha de un proyecto empresarial y tecnológico se trata.Hablamos del término startup muy usado últimamente.
Por definición, una startup es una sociedad naciente, un proyecto (casi siempre relacionado o en la órbita de las industrias informática y tecnológica) que aún no ha terminado de despegar, la mayoría de las veces por carecer de lo más importante en el mundo de los negocios: La financiación.
Esta es, precisamente y al mismo tiempo su bendición y su talón de Aquiles.
Todos los emprendedores que un día lo fueron y que terminaron convirtiéndose en empresarios de éxito o que lograron alguna cuota de logro con algún proyecto importante, dirán (y yo me sumo entre ellos por mi experiencia empresarial) que jamás han trabajado mejor y con más ilusión que durante su etapa de startup o, en castellano-manchego, en sus inicios.
Inicios en los que siempre falta el dinero por todas partes y el ingenio se tiene que agudizar; comienzos en los que uno es el gerente del proyecto, el product manager, el diseñador de la tecnología y la secretaria que coge el teléfono…). Inicios en los que las cafeterías sirven de lugares de reunión y un solo portátil hace las veces de media docena de terminales…
Ese encanto es, ciertamente, maravilloso visto en perspectiva y, sobretodo, si las cosas al final y con mucho esfuerzo, entrega y pasión, terminaron saliendo bien. Pero esa carestía de recursos es, justamente, la que lleva a no pocas startups y proyectos prometedores a necesitar de incubadoras: sociedades de inversión, capital riesgo, capital privado, etc… a las que convencer de que nuestra tecnología, idea, proyecto o prototipo tienen futuro y, sobre todo, rentabilidad.
Son muchas las variables de financiación que una sociedad incubadora de empresas, startups o proyectos empresariales puede ofrecer. De hecho, hay para varios post sólo con esas distintas modalidades (no descartamos una entrega sobre este tema por su importancia en la salida profesional y comercial de las ingenierías hoy en día). Pero lo que debe tenerse siempre en cuenta es el grado de pérdida de independencia, dirección sobre el proyecto original, variaciones en el plan de negocio y demás desviaciones que una startup puede sufrir a partir del momento en que da entrada a ese, tan necesitado, capital inversor.
Por eso comento que la carestía de recursos es, al mismo tiempo, maravilla nostálgica de los inicios y gran problema en el que puede perecer una startup o proyecto prometedor.
En mis inicios (allá por mediados de los noventa) recuerdo la dificultad (no ya de acceder a financiación privada para proyectos de incubadoras tecnológicas) sino, incluso, la no disponibilidad de acceso a internet en medio país. Imaginaos… como para, encima, intentar convencer a inversores privados de que tu proyecto informático o tecnológico, era menester ser apoyado.
Si lo conseguías (y quien escribe estas líneas logró el interés de cierto banco hoy en día quebrado, para implementar tecnologías de lectura por voz para invidentes en sus cajeros automáticos), inmediatamente casi se podía decir que perdías el control sobre tu propio proyecto, dado que esas inversiones, suelen venir acompañadas de uno o varios “consejeros” que controlarán, por un lado las cuantías que se te han inyectado, y por otro, tu producto, tecnología o proyecto al completo.
Por lo tanto, las startups de hoy en día tienen que hacer frente a las mismas dificultades, dicotomías y retos, que las de hace un par de décadas (siempre que hablemos de las del sector tecnológico o la industria de la computación).
Por un lado, disfrutar de esa primera etapa de ingenio, recursos limitadísimos, ideas de querer cambiar el mundo, emprendedores que se unen siendo casi siempre amigos y compañeros, etc. Es un momento enriquecedor y el germen de una posible empresa sólida en el futuro.
Pero, por el otro, el aviso a navegantes de toda startup es también necesario: contener, mantener y dirigir el control sobre tu proyecto es, por desgracia y casi siempre, inversamente proporcional a las cantidades que inversores externos inyecten en tu naciente empresa.
Cuidado siempre con este detalle. Y, ánimo, convierte esa idea en producto, ese proyecto en prototipo y apuesta fuerte por tí mismo aunque cien veces que llames, te cierren las puertas. Piensa que, con una vez que digan “Sí”, habrá merecido la pena todo el esfuerzo.
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